La naturalización de la violencia


“Soy como un extraño para mis hermanos; soy un extranjero para los hijos de mi madre” (Salmos 69:8)

No hace mucho, pero parece un siglo, los maestros eran una autoridad, si reprendían a un alumno sus padres solían sentirse avergonzados y recriminaban a su hijo por sus acciones. En este momento, en una buena parte de este mundo extraño que vivimos sucede lo contrario, si una maestra o un profesor, llaman la atención a uno de sus alumnos, seguramente vendrá su padre o su madre a reprender al docente por atreverse a hacer lo que hace, es decir, corregir. Es el mundo al revés, y luego, esos mismos padres lloran lágrimas de sangre cuando ven a sus retoños cometer una estupidez tras otra.

Hace poco, fue noticia de portada en casi todo el mundo el caso de una madre que abofeteó a la profesora de su hijo delante del niño y en presencia de otras personas. La mujer, que no merece ser nombrada, se indignó porque la docente no permitió que el niño de seis años se fuera solo a su casa porque su madre no lo había ido a buscar. La mujer envió a dos menores, no parientes del niño a buscarlo, y la docente se mantuvo firme en no dejarlo ir, porque eso transgredía las normas del colegio. Cualquier ser pensante lo habría entendido. La profesora sólo estaba intentando proteger al niño. Una hora después de la salida apareció la madre furiosa diciendo:

—A mi hijo lo crio como se me de la gana.

—Hágalo fuera del horario escolar —le dijo la docente— mi turno acabó hace una hora.

Como respuesta recibió una bofetada de la mujer. El caso ha pasado a la justicia. En Argentina existe una ley que protege a los docentes, precisamente de padres sin control, como en este caso.

El asunto es más preocupante. Luego de la noticia, se ha sabido que más de 300 casos así ocurren en el país cada año, y muchas personas simplemente no denuncian por temor.

¿Qué está pasando en nuestro mundo? ¿Por qué hemos naturalizado la violencia? ¿Qué lleva a una madre a actuar de ese modo? Si obra así en público, ¿qué hará en privado? No es menor responder estas preguntas y plantearse el dilema de que cuando no hay principios éticos rectores del actuar humano, entonces, cualquier cosa es posible. La ausencia de principios éticos genera en caos y barbarie, siempre ha sido así.



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. 
Del libro inédito: SUPERANDO OBSTÁCULOS 



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