Los efectos de la memoria



“Presten atención, que estoy por crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No volverán a mencionarse las cosas pasadas, ni se traerán a la memoria” (Isaías 65:17)

Una de las bendiciones de la tierra nueva es que no habrá memoria. Así, tal cual se escucha y se lee. El texto de Isaías es claro y sin ambigüedad: “No volverán a mencionarse las cosas pasadas, ni se traerán a la memoria”. Olvidar es un arte. Quienes nunca olvidan se enferman y se convierten en neuróticos para quienes todo lo pasado, especialmente traumático está presente.

Uno de los problemas de no perdonar es precisamente ese, mantener viva en la memoria el dolor causado. Es revivir el sufrimiento todos los días sin descanso. Es no tener la paz de ver un nuevo día, sino tener que verse ante la disyuntiva de enfrentarse a lo que ha ocurrido una y otra vez. Un eterno presente de dolor que no acaba nunca.

El perdón es la oportunidad de volver a vivir. Es revivir en un contexto nuevo. La persona que perdona se libera de un peso. Alijera la memoria y puede mirar el futuro con esperanza y con la sensación de algo nuevo y mucho más vital.

Por esa razón perdonar siempre es la mejor opción. No necesitamos volver a vincularnos emocional y afectivamente con quien nos ha dañado, pero podemos perdonar, dejar ir, soltar el dolor, no permitir que se enquiste en nuestra vida, haciéndonos infelices.

Andrea me decía:

—Es que no puedo perdonarlo, es algo que me supera, él me fue infiel y eso no se lo voy a perdonar nunca.

—Le pidió perdón él —le dije con calma.

—¡Claro! Pero lo mandé a pasear y le dije que se fuera. No quiero verlo nunca más.

—Pero lo sigue viendo en su mente a cada rato. Nunca se ha librado de él.

Es lo que ocurre con el no perdón. El marido de Andrea, al tiempo rehizo su vida. No quería separarse de ella, pero se sintió obligado. Ahora está en paz. Superó el dolor de la separación. Andrea aún está pegada y al parecer, lo estará por mucho tiempo.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Lazos de amor

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